miércoles, 10 de febrero de 2010

COMO ENFRENTAR LA ADOLESCENCIA DE LOS HIJOS


Soledad Guzmán
Nos enfrentamos con la adolescencia a un momento en la vida del individuo en que hay que tomar decisiones, elegir el camino y el futuro; es una edad en la que aunque parezca ambivalente el joven busca identidad y la manera inmediata de lograrlo es lejos de la familia, poniendo distancia a lo conocido, para experimentar y explorar cosas nuevas, de tal manera que al final pueda decir “Yo soy esto”.
Siendo así que los jóvenes entran en un momento de distanciamiento y crítica hacia el seno familiar cualquiera que este sea, por ejemplo, si en casa se vive una perspectiva política de izquierda, el adolescente puede tender a la visión contraria; si en casa le van al América, ellos le irán al Guadalajara; en fin, se contraponen en las cosas más triviales, pero también en las más importantes y entonces entran al área de riesgo, cuando en su afán de conocer, también buscan probar y muchas veces lo hacen sin poder evitar las consecuencias y nos encontramos con infinidad de chicos metidos en problemas con drogas, con embarazos no deseados y una lista larga de consecuencias, que por supuesto a los padres les asusta y son la razón de grandes conflictos familiares.
Ahora bien, ¿cómo acercarse al hijo adolescente, cómo ayudarlo y permitir esta transición sin exponerlo a riesgos y peor aún a las consecuencias que en muchos sentidos marcarán su futuro?
La respuesta a esta y otras interrogantes de los padres la he encontrado en mi trabajo con jóvenes quienes me han mostrado que a pesar de las apariencias, lo que más necesitan son LÍMITES. Constantemente están retando a la autoridad (en cualquiera de sus formas) y de esta manera buscando el límite, saber hasta dónde pueden llegar, qué es lo que se espera de ellos; es así que entre más firme, constante y consistente sea la disciplina y la educación, de la misma manera será la estructura que ellos puedan ir integrando a su vida.
Con esto no me refiero a que sólo se trata de pegar el reglamento en la puerta y esperar que sea cumplido, no es así. Es indispensable la constancia, el ejemplo, la congruencia de la educación paterna. En fin, se conjugan muchos factores que pueden ser complejos pero que, si vamos poniendo claridad en ellos, pueden ayudarnos e incluso hacer las cosas mucho más sencillas.
Pensemos en aquellas culturas en las que el concepto e incluso la etapa de la adolescencia no existe. Muchas veces esto tiene que ver con que desde pequeños los individuos son enseñados y orientados hacia el futuro y las decisiones se tienen preestablecidas para ellos, tales como el trabajo, la pareja, entre otras muchas situaciones y por lo tanto no hay un espacio en el desarrollo en el que se tenga que elegir, decidir, pensar, afirmar y comprometernos con un proyecto de vida.
Hace algunas generaciones, los planes y el futuro de los jóvenes estaban establecidos, prácticamente desde el nacimiento, las expectativas eran claras y sencillas aparentemente, aunque no podemos dejar de lado que había infinidad de conflictos existenciales; si el padre era comerciante, sencillamente el hijo o los hijos estaban destinados a continuar con la labor familiar. De la misma manera, los roles tanto femeninos como masculinos eran específicos y claros, de tal forma que tanto mujeres como hombres sabían que se esperaba de ellos, aún cuando no estuvieran de acuerdo, incluso muchas veces eran sometidos. Pero eso es otra historia.
Con esto quiero plantear la importancia de tener límites y expectativas claras, de tal manera que sepamos hacia dónde orientar la educación de los hijos; vivimos en un momento de cambios constantes, nos enfrentamos a cantidades de información excesivas y necesitamos saber de que manera enfrentar todo esto sin perder los valores que consideramos indispensables para el bienestar personal y social de nuestra familia.
Desde mi punto de vista, es tanta la información y tan versátil que los padres no saben cual es la más adecuada, incluso la correcta. Pensando en un ejemplo recuerdo cuando empezaron a aparecer en el mercado instituciones dedicadas a la estimulación infantil temprana. Los padres empezaron a cuestionar si era necesario brindar este tipo de atención a sus hijos, algunos acudieron a los centros simplemente por moda o por curiosidad.
¿Es realmente necesaria la estimulación temprana? algunos pensaran que sí, yo creo que es algo que se hacía naturalmente en casa, aunque ahora debido a la reestructuración de los roles familiares y a la necesidad de salir a trabajar de las madres, algunos bebés ya no reciben esa estimulación, por lo que hay que brindarla en centros especializados.
Ejemplos como este son miles. Pero para llegar a esa conclusión, antes es necesario cuestionar a los padres sobre cuáles son las actividades y el modo en que los hijos son atendidos y educados en casa. Espero dejar claro el planteamiento y hacer una invitación a la reflexión, ¿tenemos claro qué esperamos de nuestros hijos? ¿Qué consideramos lo mejor para ellos? ¿Hemos logrado transmitirlo?

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